miércoles, 6 de noviembre de 2013

Lupe García Araya
















Los llamadores de ángeles


no dejan señales


cuando pasan,


ni dejan deseos


en los inviernos.


Tampoco


dejan rastro de tristeza


si la tienen.





Pero nos sorprenden


con abrazos de colores


y sueños que dejamos olvidados

al cruzar deprisa los espejos.


al cruzar deprisa los espejos.

1 comentario:

Paco Dueñas García dijo...

Viva la buena poesía y la sensibilidad profunda y bellamente adornada. Un saludo, Paco