martes, 16 de noviembre de 2010

VII Certamen Ataecina 1er. Premio

ESE LEVE PESO EN EL BOLSILLO


I


Pongamos que es domingo, que usted vuelve

de cubrir los vacíos de costumbres,

y que al llegar a casa, en una esquina,

nota que falta algo, y es que de pronto

descubre que, junto a la cartera,

no encuentra ya el retal de la ilusión,

no sabe cuándo ha sido, hacía tiempo

que apenas reparaba en ella,

quizá se le cayó por el camino

donde viaja en silencio hacia la muerte,

rebusca en la chaqueta, pero nada

queda de los pinchazos en el alma

que removían letargos otro tiempo,


pongamos que usted duda

si desandar su vida hasta encontrar

la huella de los sueños en el barro,

o si habrá para estos casos oficina

de ilusiones perdidas con los años,

y pongamos que al fin, como es ya tarde,

regresa a casa, con la angustia a cuestas

y los zapatos mustios de abandono

arañando esperanza en los felpudos


Cuánto has tardado hoy, dice esa voz

en el roce de un beso distraído,

las cortinas del salón son fondo opaco

de un drama que se escribe con el tedio

aunque acabe bien, como las pelis,

pongamos que usted miente y le responde

que había atasco, o que está lloviendo,

no va a reconocer a estas alturas

un hombre como usted, con su experiencia,

la torpeza de olvidar las ilusiones

como si fuera un paraguas en un banco,

cena en silencio un flan y dos excusas,

y a las doce, cenicienta en ocre,

baja el telón sin luz del escenario,

un día más y una esperanza menos.


Pongamos que ese lunes, de camino

hacia el bostezo gris de la oficina,

aparta el auricular con las noticias

y arroja las mentiras cotidianas

hacia el silencio de las alcantarillas,

pongamos que descubre a los vencejos

dar pasos de ballet por las aceras, y ve fluir

en las lentillas tenues de esperanza

el desbocado cauce de las gentes

como quien mira su alma en negativo,

esa chica del piercing en el labio

que subraya los nervios del examen,

la pareja de ancianos que aún se agarran

del brazo al bajar del autobús

como si se aferraran al recuerdo,

o el camarero que sirve en los cafés

unas gotas de anisado alivio,

pongamos que usted descubre al fin

que tiene ojos, y que si lo intenta

puede ver pasar la vida a borbotones

y que en palcolor, como la tele,

paga la cuenta, y deja la propina

la sonrisa azul de los dichosos,

y justo cuando el semáforo se abre,

descubre un peso en el costado izquierdo,

junto a la cremallera somnolienta

de ese bolsillo donde nunca mira


porqué llamas tan temprano, pasa algo,

es la pregunta del beso distraído,

usted esta vez no miente, pasa

que he encontrado algo que en un bordillo,

algo que andaba yo buscando

desde un ayer huido, y que de pronto

me apetecía decirte que te quiero,

se desliza una brisa entre las brasas

cubiertas de abandono,

y no hace falta más para avivar rescoldos,

pongamos que usted, en un arranque ciego

le propone ir esta tarde de paseo,

sin rumbo fijo, al albur del tiempo,

a enseñar a esa voz recuperada a tiempo

el brillo de unas gafas jubilosas

que permiten soñar a contraluz,

y acabar en la barra de ese bar

donde el camarero invita con las cañas

a un guiño y una tapa de esperanza,


pongamos, al fin, que es lunes por la tarde

y usted ha descubierto, a estas alturas,

que también la esperanza se recarga

como los móviles de las quinceañeras,

que aún huelen los posos de la dicha

al fondo de pucheros herrumbrosos,

que son necesarias ventanillas

con inventarios de ilusión perdida,

y que la vida siempre nos espera

si sabemos buscar por los bolsillos.


II


Voy al trabajo, escucho informativos,

celebro los eventos en su día,

y en píldoras raciono mi alegría,

una al desayunar, dos los festivos,


creo en la sociedad, y en los motivos

que a conciencias sin luz sirven de guía,

y sin embargo, una voz, quizás la mía,

me recuerda que vago entre los vivos.


Ahuyentaré el sopor de largas siestas

desde el retorno ocioso al mismo nido,

mejor torcer el rumbo en este instante


perder el tren, cargar la vida a cuestas,

por si en la encrucijada del olvido

hay un camino que lleve hacia adelante.



Amando García Nuño

(Primer clasificado en el VII Certamen de Poesía del Colectivo Ataecina)

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