ESE LEVE PESO EN EL BOLSILLO
I
Pongamos que es domingo, que usted vuelve
de cubrir los vacíos de costumbres,
y que al llegar a casa, en una esquina,
nota que falta algo, y es que de pronto
descubre que, junto a la cartera,
no encuentra ya el retal de la ilusión,
no sabe cuándo ha sido, hacía tiempo
que apenas reparaba en ella,
quizá se le cayó por el camino
donde viaja en silencio hacia la muerte,
rebusca en la chaqueta, pero nada
queda de los pinchazos en el alma
que removían letargos otro tiempo,
pongamos que usted duda
si desandar su vida hasta encontrar
la huella de los sueños en el barro,
o si habrá para estos casos oficina
de ilusiones perdidas con los años,
y pongamos que al fin, como es ya tarde,
regresa a casa, con la angustia a cuestas
y los zapatos mustios de abandono
arañando esperanza en los felpudos
Cuánto has tardado hoy, dice esa voz
en el roce de un beso distraído,
las cortinas del salón son fondo opaco
de un drama que se escribe con el tedio
aunque acabe bien, como las pelis,
pongamos que usted miente y le responde
que había atasco, o que está lloviendo,
no va a reconocer a estas alturas
un hombre como usted, con su experiencia,
la torpeza de olvidar las ilusiones
como si fuera un paraguas en un banco,
cena en silencio un flan y dos excusas,
y a las doce, cenicienta en ocre,
baja el telón sin luz del escenario,
un día más y una esperanza menos.
Pongamos que ese lunes, de camino
hacia el bostezo gris de la oficina,
aparta el auricular con las noticias
y arroja las mentiras cotidianas
hacia el silencio de las alcantarillas,
pongamos que descubre a los vencejos
dar pasos de ballet por las aceras, y ve fluir
en las lentillas tenues de esperanza
el desbocado cauce de las gentes
como quien mira su alma en negativo,
esa chica del piercing en el labio
que subraya los nervios del examen,
la pareja de ancianos que aún se agarran
del brazo al bajar del autobús
como si se aferraran al recuerdo,
o el camarero que sirve en los cafés
unas gotas de anisado alivio,
pongamos que usted descubre al fin
que tiene ojos, y que si lo intenta
puede ver pasar la vida a borbotones
y que en palcolor, como la tele,
paga la cuenta, y deja la propina
la sonrisa azul de los dichosos,
y justo cuando el semáforo se abre,
descubre un peso en el costado izquierdo,
junto a la cremallera somnolienta
de ese bolsillo donde nunca mira
porqué llamas tan temprano, pasa algo,
es la pregunta del beso distraído,
usted esta vez no miente, pasa
que he encontrado algo que en un bordillo,
algo que andaba yo buscando
desde un ayer huido, y que de pronto
me apetecía decirte que te quiero,
se desliza una brisa entre las brasas
cubiertas de abandono,
y no hace falta más para avivar rescoldos,
pongamos que usted, en un arranque ciego
le propone ir esta tarde de paseo,
sin rumbo fijo, al albur del tiempo,
a enseñar a esa voz recuperada a tiempo
el brillo de unas gafas jubilosas
que permiten soñar a contraluz,
y acabar en la barra de ese bar
donde el camarero invita con las cañas
a un guiño y una tapa de esperanza,
pongamos, al fin, que es lunes por la tarde
y usted ha descubierto, a estas alturas,
que también la esperanza se recarga
como los móviles de las quinceañeras,
que aún huelen los posos de la dicha
al fondo de pucheros herrumbrosos,
que son necesarias ventanillas
con inventarios de ilusión perdida,
y que la vida siempre nos espera
si sabemos buscar por los bolsillos.
II
Voy al trabajo, escucho informativos,
celebro los eventos en su día,
y en píldoras raciono mi alegría,
una al desayunar, dos los festivos,
creo en la sociedad, y en los motivos
que a conciencias sin luz sirven de guía,
y sin embargo, una voz, quizás la mía,
me recuerda que vago entre los vivos.
Ahuyentaré el sopor de largas siestas
desde el retorno ocioso al mismo nido,
mejor torcer el rumbo en este instante
perder el tren, cargar la vida a cuestas,
por si en la encrucijada del olvido
hay un camino que lleve hacia adelante.
Amando García Nuño
(Primer clasificado en el VII Certamen de Poesía del Colectivo Ataecina)
No hay comentarios:
Publicar un comentario